Mis preocupaciones se han reducido y vengo a dar testimonio de aquello.
Últimamente, me preocupa mucho no salir al sol sin bloqueador solar, que mi perro salga a pasear día por medio, que no esté desperdiciando mi vida pensando en el pasado, me preocupa (quizás de manera obsesiva) que mis manos se mantengan limpias, entre otras cosas (obviamente nada importantes).
Pero lo que lejos me preocupa más, es la cara que pondré al verte.
Y así es, mis preocupaciones se han reducido de manera significativa, ya luego empezaré a preocuparme de cosas más trascendentes, o que no tengan que ver con mi persona (También me preocupa el volverme más auto referente de lo que ya soy), pero por el momento soy feliz con ellas; banales y simples, pero tranquilas y familiares. Cada día las quiero y aprecio un poco más.
Cada noche las pongo bajo mi almohada y duermo tranquila, porque con estas preocupaciones sí que puedo dormir tranquila.
Después de todo, de eso se tratan las vacaciones ¿O no?
Digamos que hay veces en que necesito un lugar para descargar mi vómito verbal... ¡Bienvenidos a mi blog!
Cuento sin título (Para no crear grandes expectativas, supongo)
Habían pasado las horas. Sin darse cuenta ya habian dado la una, las dos, las tres, el reloj las marcaba con elegancia, con precisión.
Ella (casi) siempre correcta, ella, la niña (casi) siempre perfecta, la (casi) siempre prudente (Aparentemente) se divertía.
En el aire esa sensación de que todo estaba bien, y en su mente la constante voz de su madre: gritándole, refunfuñando, quizás llorando.
Hace horas que no volvía a casa, y la primera idea de huida que tuvo en la mañana le parecía lejana, como si nunca hubiera pasado, como si no hubiera sido ella la que en la noche anterior preparaba un bolso con alguna ropa y dinero. "Ya no sirve de nada arrepentirse" o algo así pensó.
A su lado estaba él; (casi) siempre cariñoso, (casi) siempre amable, (casi) siempre leal, lo miró detenidamente, su expresión había cambiado mucho desde que se asomó a su ventana y le dijo "Ya es hora, vamos". Antes su expresión decía ansias y amor en todo su rostro, ahora decían arrepentimiento... o tramar algo. En ese momento se paralizó del terror, sí, ¿tramar algo?, porque eso era lo que podía leer en su rostro, sus cejas fruncidas, su mirada fría... No, él no le haría nada, confíaría plenamente en sus palabras, "será divertido escapar un tiempo... sin que nadie más lo sepa, solo tú y yo", después de todo él era (casi) siempre cariñoso, (casi) siempre amable y (casi) siempre leal...
El reloj seguía marcando los segundos, cada vez con más elegancia, cada vez con más precisión, pero cada vez más lento.
Ella observó el reloj a las 5:34 de la madrugada de un día sábado de febrero, en ese minuto no tuvo más preocupaciones, se olvidó de su madre y de las cejas fruncidas, de que su novio tramaba algo, y de que hace horas que se había arrepentido de tomar esa decisión.
A las 5:34 de esa madrugada de febrero, luego de haber visto a su novio dormido al volante, luego de haber visto una luz en frente de ellos (¿Un camión, quizás?), observó su reloj.
5:34 de la madrugada. Fue lo (último) único en que pensó.
Ella (casi) siempre correcta, ella, la niña (casi) siempre perfecta, la (casi) siempre prudente (Aparentemente) se divertía.
En el aire esa sensación de que todo estaba bien, y en su mente la constante voz de su madre: gritándole, refunfuñando, quizás llorando.
Hace horas que no volvía a casa, y la primera idea de huida que tuvo en la mañana le parecía lejana, como si nunca hubiera pasado, como si no hubiera sido ella la que en la noche anterior preparaba un bolso con alguna ropa y dinero. "Ya no sirve de nada arrepentirse" o algo así pensó.
A su lado estaba él; (casi) siempre cariñoso, (casi) siempre amable, (casi) siempre leal, lo miró detenidamente, su expresión había cambiado mucho desde que se asomó a su ventana y le dijo "Ya es hora, vamos". Antes su expresión decía ansias y amor en todo su rostro, ahora decían arrepentimiento... o tramar algo. En ese momento se paralizó del terror, sí, ¿tramar algo?, porque eso era lo que podía leer en su rostro, sus cejas fruncidas, su mirada fría... No, él no le haría nada, confíaría plenamente en sus palabras, "será divertido escapar un tiempo... sin que nadie más lo sepa, solo tú y yo", después de todo él era (casi) siempre cariñoso, (casi) siempre amable y (casi) siempre leal...
El reloj seguía marcando los segundos, cada vez con más elegancia, cada vez con más precisión, pero cada vez más lento.
Ella observó el reloj a las 5:34 de la madrugada de un día sábado de febrero, en ese minuto no tuvo más preocupaciones, se olvidó de su madre y de las cejas fruncidas, de que su novio tramaba algo, y de que hace horas que se había arrepentido de tomar esa decisión.
A las 5:34 de esa madrugada de febrero, luego de haber visto a su novio dormido al volante, luego de haber visto una luz en frente de ellos (¿Un camión, quizás?), observó su reloj.
5:34 de la madrugada. Fue lo (último) único en que pensó.
Tiene que ver
cuento de la cripta
Quizás un amor que nunca existió es más doloroso que uno que fracasó desde el principio, quizás las palabras no dichas pesan más que las más hirientes frases malinterpretadas... Las relaciones humanas son tan raras e incomprensibles como aquél fantasma que nadie se atrevió a querer (¿Por miedo, quizás?), a veces tan tristes como los días nublados, pero a veces tan necesarias como una lluvia para la tierra.
La tormenta de tu presencia dejó un eco que pensé nunca acabaría, me ahogué mil veces, pero reviví mil veces al recordar que aquello no existía.
Y aunque el pasado es pisado los recuerdos se quedan ahí, en alguna parte de la mente. A tí te guardo en una cajita que tengo debajo de mi cama, y te saco de vez en cuando para comprobar que sigues intacto, no sé si me daña o si me es saludable, yo no sé si sirve de algo mantener una esperanza latente... sin embargo late, y continúa latiendo. (Quiera o no)
Escrito recopilado de mi cuaderno al cuál no le puse fecha, pero puedo asegurar que lo hice hace un par de años luego de una noche de insomnio y de muchos pensamientos de "... y si hubiera...?"
Dedicado a ese amor útopico. (sí, otra vez)
La tormenta de tu presencia dejó un eco que pensé nunca acabaría, me ahogué mil veces, pero reviví mil veces al recordar que aquello no existía.
Y aunque el pasado es pisado los recuerdos se quedan ahí, en alguna parte de la mente. A tí te guardo en una cajita que tengo debajo de mi cama, y te saco de vez en cuando para comprobar que sigues intacto, no sé si me daña o si me es saludable, yo no sé si sirve de algo mantener una esperanza latente... sin embargo late, y continúa latiendo. (Quiera o no)
Escrito recopilado de mi cuaderno al cuál no le puse fecha, pero puedo asegurar que lo hice hace un par de años luego de una noche de insomnio y de muchos pensamientos de "... y si hubiera...?"
Dedicado a ese amor útopico. (sí, otra vez)
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